¿Quién conquista la historia? El eterno debate sobre la conquista

 


Lo político una vez más desplaza a lo verdaderamente histórico. ¿Pero, por qué utilizo la expresión “verdaderamente”? ¿Tengo el conocimiento de una respuesta absoluta? ¿Existe y podemos conocer la “verdad” en uno de los acontecimientos más importantes de la historia universal? No quiero entrar en términos filosóficos y mucho menos, teológicos, pero me gustaría reflexionar sobre lo que la historiografía nos ofrece sobre lo que Hugh Thomas denominó en una de sus obras, “La Conquista de México”.

Hoy, hace unas horas en Madrid, se ha llevado a cabo la inauguración “La mujer en el México indígena”, exposición organizada por los gobiernos de España y México con objeto de un acercamiento entre ambos países. En los discursos ofrecidos por ambas partes se identifican el talante político y una óptica moral presentista, no la precisión histórica del episodio, dejando a un lado el carácter científico de la historia. Es normal, están entre políticos, pero hay que explicarle bien a la sociedad española y a la mexicana que lo expresado rebasa en algunos aspectos lo que la historia ha puesto a nuestra disposición sobre este evento fundamental que configuró a una nueva nación.

En el debate actual sobre la conquista de México se suele afirmar que los españoles destruyeron, saquearon, robaron, provocaron un genocidio, etc., esto coincide con la lectura que se ha hecho de la carta de la Presidenta de  México que, o bien ignora la historia o bien, la manipula, señalando lo siguiente:

La conquista fue un proceso brutal, de violencia, imposición y despojo. Se intentó destruir no solo territorios, sino culturas enteras, saberes milenarios, lenguas, modos de vida. Las mujeres indígenas sufrieron especialmente ese embate: fueron silenciadas, desplazadas, violentadas. Sin embargo, resistieron...”.

Vayamos por partes. ¿Hubo violencia? Sí, claro que la hubo y también hubo pérdidas culturales enormes, sería un cinismo intelectual no reconocerlo, pero es ahí donde entra una paradoja. Dentro del contexto de la conquista y la fundación del Virreinato de Nueva España, hubo grandes hombres como los frailes españoles que cuidaron e hicieron posible que muchas de esas lenguas, modos de vida, tradiciones y también, saberes, se mantuvieran.

Fray Bernardino de Sahagún, Alonso de Molina, Andrés de Olmos, lograron escribir gramáticas, registrar vocabularios y crónicas en náhuatl, permitiendo que la lengua mesoamericana pudiera escribirse que hasta antes de la conquista se expresaba mediante la oralidad. Gracias a su contribución, los mexicanos sabemos parte de la cosmovisión de los pueblos prehispánicos.

La utilización selectiva de la historia por parte del gobierno mexicano y su tergiversación pareciera que la conquista fue solo de los españoles, escondiendo la participación activa de pueblos indígenas enemigos de los mexicas o aztecas como fueron los tlaxcaltecas, totonacas, huejotzincas, texcocanos, al lado de Cortés, siendo decisivos para vencer a Tenochtitlan. Los tlaxcaltecas, por ejemplo, tuvieron privilegios y reconocimientos reales como el hecho de que el virrey en turno cuando llegaba a lo que era el virreinato, desde Veracruz tenía que pasar por Tlaxcala antes de llegar a la Ciudad de México como visita solemne, y aunque dichas ventajas fueron erosionándose con el paso del tiempo, no puede decirse que se vieron sometidos a un proceso de destrucción. Reducirlo solo a violencia es empobrecer el sentido histórico. No se trata de justificar excesos o sucesos sino de comprender la historia que aglutina elementos de tragedia, de fiesta y de mestizaje.

La historia no entiende ni necesita héroes o villanos, sino de entenderla, procesarla e interiorizarla. El encuentro de dos civilizaciones aún sigue vigente y por mi parte, orgulloso de mi pasado, de mi historia, de mis raíces hispano-indígenas y, sobre todo, de ser mexicano.


Fragmento del Lienzo de Tlaxcala

 

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