¿Cómo mueren las democracias? Parte II
Uno de los padres
fundadores de la Sociología, en especial, de la Sociología Política, Max Weber,
profundizó sobre el concepto de “legitimidad” destacando su rasgo y carácter
ontológico como atributo del Estado moderno que nos llevaría a formularnos preguntas sobre la legitimidad de los resultados a la elecciones de jueces el
día de ayer en México.
De acuerdo con la
información que proporciona el Instituto Nacional Electoral (INE) del corpus
electoral llamado a las urnas compuesto por cien millones de mexicanos, habrían
votado únicamente trece millones, es decir, el trece por ciento (13 %), en una
elección que, ante los ojos del mundo, demostró la oscuridad que ha acompañado
desde el inicio de todo este bodrio de la mal llamada “reforma judicial”, iniciando
desde la legalidad del proceso que no fue otra cosa que la imposición
constitucional por parte de una falsa sobrerrepresentación que fue impuesta por la administración electoral, sobrerrepresentación legislativa fanática y
corrupta de la bancada de MORENA, logrando sus objetivos como vimos todos con la intimidación a los
adversarios políticos.
Las elecciones de ayer son
un ejemplo de cómo mueren las democracias y su caída se ve precipitada
precisamente cuando el poder político se apropia de uno de los poderes del
Estado. El asalto al Poder Judicial, objeto de ambición de todo régimen no democrático, es donde se concentran los esfuerzos para erosionar y capturarlo precisamente por el papel de la judicatura que destaca por su independencia de los dos poderes estatales, el ejecutivo y legislativo.
La muerte de las democracias de acuerdo
a la obra de Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, deja muy clara la idea de que
estas pueden caer no a través de la fuerza sino más bien, desde un
golpe interno ya que no haría falta un golpe militar para derribar al sistema
político vigente como en el pasado, sino más bien, desde su interior disolviendo
sus instituciones, guardianes de la democracia, por parte de los actores políticos en el poder. Ejemplos hay muchos y Latinoamérica es el paradigma.
Uno de los blancos
preferidos por los anti demócratas es precisamente el poder judicial ya que si
cae este poder, el sistema judicial pasaría a estar tutelado por los gobernantes y con ello, se abre la puerta a la manipulación y al hundimiento de los derechos civiles y las
libertades fundamentales.
Es vergonzoso que la presidenta de México diga que ha sido todo un éxito el que trece millones hayan votado la reforma que consistía en elegir a los jueces, una reforma que era una locura, la materialización de la imposición, el capricho y el autoritarismo. Los jueces, a diferencia de los representantes políticos que acceden a sus puestos por un proceso electoral, deben estar sometidos únicamente a las leyes, ser miembros permanentes y bajo el mandato de independencia, con alto grado de imparcialidad, seleccionados mediante el mérito, amplia y clara competencia cognitiva, fino y entrenado discernimiento ante las pruebas que les sean presentadas y sobre todo, que sus funciones sean las de aplicar las leyes y hacer guardar la constitución política. Pedir que se elija a un candidato a juez en una cultura política y cívica como la mexicana es una burla, por ello, México ha sido el hazmerreír con esta elección perturbadora del orden social. Para que una sociedad pudiera elegir a un juez habría que llevar años conociendo cómo funciona el poder, su estructura judicial y su capacidad jurisdiccional, sus actores, la aplicación de las leyes y eso parece una empresa casi imposible. Tener un promedio de ocho o tres cartas de recomendación de los vecinos de los futuros candidatos, son algunos de los requisitos exigidos a los nuevos jueces, garantía innegable de que el debido proceso puede acarrear innumerables consecuencias para los ciudadanos. Si la elección de profesionales de determinados rubros fuera efectiva por parte del "pueblo", por qué no elegimos a los médicos que deben desempeñar sus funciones en las instituciones públicas de salud o elegir a pilotos de avión de acuerdo a lo que creamos “son buenos”, leyendo únicamente sus nombres y una breve síntesis de su trayectoria.
A pesar de que esto sea una
falta al respeto intelectual y moral de los mexicanos, poco importa, eso lo
saben bien la presidenta, su partido y el principal ideólogo de esta barbaridad, el
expresidente López Obrador, venganza ante los jueces que pararon sus
reformas políticas.
Dentro de la tragedia que
se viene para México y que se verá en primer lugar con una crisis económica
debido a que los flujos de inversión serán prudentes (o más bien se irán) por
la falta de certidumbre jurídica para sus inversiones, donde el retroceso a los
avances democráticos que permitieron que un sistema autoritario de partido
hegemónico transitara a una joven democracia y consolidara su alternancia en el
año 2000 y donde un crimen
organizado e imparable está devorando al país, pareciera que hay una lucecita al final
del túnel y es que dentro de esta payasada de las elecciones, nueve mexicanos
no fueron cómplices de hundir a su propio país, más bien, algunos habrán
entendido que no hace falta la fuerza sino lo sibilino de la política para ver
cómo mueren las democracias.
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