¿Cómo mueren las democracias?

 

«Cómo mueren las democracias» es el título de una de las obras de análisis de política comparada de los politólogos Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, ambos profesores en Harvard, que explican determinados factores que influyen para derrumbar una democracia señalando, que este hundimiento no viene dado por la fuerza (golpes militares) sino desde algo más sutil, socavar a sus instituciones por parte de los actores políticos insertados en ellas.

Pongo a consideración, estimado lector, esta idea central del texto para su reflexión en relación a los acontecimientos en mi querida patria mexicana en la que, tras las elecciones legislativas, el partido oficialista de Morena del presidente López Obrador de forma conjunta con los partidos con los que se coaligó como el Partido Verde y el Partido del Trabajo, están apropiándose de una representación política en las cámaras que no les corresponde, por supuesto, en complicidad con la administración electoral como es el INE y sus consejeros que han hecho caso omiso al espíritu de la Constitución y la ley electoral, otorgando una sobrerrepresentación parlamentaria traducida en mayor número de curules (escaños) que no obtuvieron en las urnas, es decir, con un cincuenta y cuatro por ciento de los votos a los diputados del oficialismo se les estarán dando un setenta y cinco por ciento de curules, mientras que a la oposición que obtuvo el cuarenta y seis por ciento de los votos se les están otorgando el veinticinco por ciento. El tiro de gracia fue que el Tribunal Electoral lo terminó avalando. ¡Es un escándalo!

Para no entrar en cuestiones técnicas de análisis del sistema electoral y de cómo se transforman los votos en escaños cuando el tema que me interesa compartir es la idea sustancial de Levistky y Ziblatt sobre la caída de un régimen democrático, es necesario aproximarnos a una de las obras clásicas de Ciencia Política como es «La quiebra de las democracias» del politólogo español Juan J. Linz, obra científica por su evidencia empírica sobre cómo un régimen que es democrático puede venirse abajo precisamente porque no es inmune a políticos antidemocráticos que utilizando su liderazgo carismático, cimentando su apoyo social y este a su vez en electoral por su retórica populista, acceden a las instituciones democráticas y ya instalados en ellas y con el poder en las manos, se dedican a hundirlas y cambiar de régimen. Ese es el caso de López Obrador y su deseo de cambiarlo.

Hagamos memoria. Él, en el año 2006 perdió las elecciones ante Felipe Calderón del PAN después de haber estado como puntero en las encuestas y por su torpeza perderlas, mostrando en ese momento el rasgo autoritario y antidemocrático que lo caracteriza como político, llevándolo a desconocer los resultados electorales (uno de los factores que mencionan los autores), llamando a la desobediencia civil y autoproclamándose “Presidente Legítimo de México” en el espacio público, con desprecio absoluto a la joven democracia mexicana e iniciando el ataque a la legitimidad democrática. El desafió que lanzó era claro, subvertir el orden institucional que iniciaría con el desconocimiento al presidente Calderón y al que llamó “presidente espurio”. Su irá produjo arrebatos que le llevaron a realizar un plantón en las calles de la Ciudad de México logrando cerrar la vía pública pero no consiguiendo lo que anhelaba que era demostrar el “fraude electoral”. Lo que sí vendría sería que su partido en ese momento, el PRD, no reconociera la figura institucional del presidente Calderón. Lo que son las cosas, paradójicamente su partido que apoyó todos sus dislates, en estas últimas elecciones legislativas (2024) ha terminado por ser destruido por él ya que el PRD perdió su registro electoral por no superar el umbral electoral (3 % de la votación nacional), del cual, se desprendió por no continuar con su línea política, es decir, cuando ya no le convino a sus intereses, se marchó y formó MORENA.

Durante los casi veinte años, López Obrador se ha dedicado a lanzar insultos contra las instituciones (en especial la electoral) y la legislación, rechazándolas por estar siempre a favor de “los poderosos”, de no funcionar, de estar contra “el pueblo”, de ser manejados por corruptos, de estar al servicio de las elites, pero en el año 2018, la misma institución electoral (INE) a la que vilipendió y la legislación que criticó, le permitió llegar a la Presidencia de México.

Una vez instalado en el poder, intensificó su estrategia política de polarización, de sectarismo, de división, del maniqueísmo, difamando y esto se ha evidenciado en la manera en la que ha desarrollado su comunicación política desde su plataforma mediática, “sus mañaneras”, que son las conferencias matutinas diarias desde el Palacio Nacional. Día tras día, no ha parado de lanzar improperios contra sus adversarios, llamándolos traidores, de ridiculizar a sus críticos, a los que ha considerado que son parte de la corrupción, mintiendo sistemáticamente y manoseando la historia (por ejemplo, las mentiras sobre la historia de la conquista de Tenochtitlan). Desde un principio, por su delirio autócrata, ha tenido claro que a la oposición no se le podría ver como adversarios políticos sino como enemigos a destruir.

Hoy el país emprende un rumbo hacia lo desconocido, inicia la nueva legislatura y uno los temas en la opinión pública es la preocupación por la agenda política impulsada ¡por un presidente en funciones! Se trata de la toma del poder judicial (otro factor mencionado en el libro), ya que con la sobrerrepresentación contaría con los legisladores necesarios para lograr la mayoría cualificada para reformar la Constitución y así desbaratar el sistema judicial con el cambio en la estructura y los mecanismos de elección de los jueces mediante la implantación del "voto popular" y así dar voz al pueblo para que elijan a sus jueces, a sabiendas que esto no es otra cosa que apoderarse del poder público que les queda, el Poder Judicial y así finiquitar la división de poderes.

Con la sobrerrepresentación dada desde el INE, le han ofrecido al presidente, a la futura presidenta, a su partido y aliados el cheque en blanco para hacer de México lo que quieran empezando por los cambios en la Constitución que en palabras de Jesús Silva – Herzog Márquez (que suscribo explícitamente) produciría lo siguiente: “le entregaría a una fuerza política, la propiedad de la Constitución mexicana, en lugar de que la constitución sea la casa donde están reconocidos, mayorías y minorías, el lugar  en donde se reconoce desde luego el poder de quienes ganaron ayer, pero al mismo tiempo se cuidan los derechos quienes podrían ganar pasado mañana, en lugar de tener este espacio de convivencia, lo que tendríamos es que solamente es que estaría la voz de los ganadores que podrían usar su permiso para cerrarles la puerta a los demás…”. Esto sería el inicio del debilitamiento institucional de México (tesis central del libro). A la próxima presidenta de México, Sheinbaum, le deja una bomba de tiempo que más tarde o temprano le va a estallar.

Si alguien tiene duda sobre lo mencionado por estos autores, sería interesante que hicieran un monitoreo de cuáles fueron los pasos (y la retórica demagógica) que dieron Hugo Chávez en Venezuela o Fujimori en Perú. Dejemos la ingenuidad de creer que eso no podría pasar porque eso se consigue de otras maneras (por ejemplo violentas), pero deben saber que es todo lo contrario, ya que este proceso es sibilino, lento, pero con efectividad en la erosión de las instituciones democráticas desmantelando así, la democracia. El rompimiento de la convivencia social es evidente gracias a la conducta este tipo de políticos y los partidos políticos que los arroparon. Para saber a qué nos atenemos es indispensable conocer cómo actúan los políticos autoritarios. Aquí una pista; micrófono en mano, la plaza más importante de un país, arengas al pueblo bueno y gritando “váyanse al diablo con sus instituciones”, el paso siguiente será lamentablemente y demasiado tarde, recoger lo cosechado y conocer in situ cómo mueren las democracias.




Juramento de AMLO en el 2006 como "presidente legítimo de México"




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