Transfuguismo a la mexicana
Juan Linz en su obra La crisis del presidencialismo, explicó debilidades que a su
juicio, el sistema presidencial posee si se compara con otros como es el
parlamentario. En las diferencias que destaca, señala que los partidos
políticos en los sistemas presidenciales son débiles propiciando un fenómeno
como es “el transfuguismo”.
Según la definición de la RAE, el transfuguismo consiste en “Especialmente
en la vida política, actitud y comportamiento en tránsfuga”; este segundo también tiene cabida en el diccionario de
la lengua española en el que su significado corresponde a "persona que pasa de
una ideología o colectividad a otra". El pasado enero pudimos comprobar cómo
este fenómeno típico de los sistemas presidenciales - en especial los
latinoamericanos – en México tiene un espacio, lamentablemente ocupando un
lugar importante en la cultura política del país que lo llena de carnaval, postureo y oportunismo.
Linz encontró que los partidos políticos en
este sistema son débiles y que coexisten muchas veces con un sistema de
partidos multipartidista que dificulta la gobernabilidad, sumándole la insuficiente
disciplina de partido que tiene efectos como el transfuguismo. Todos estos
elementos concuerdan con el caso mexicano, pero si lo pasamos al terreno
axiológico, demuestra el vacío de contenido en el que se encuentran los
candidatos mexicanos, ¿por qué legisladores que en el pasado defendieron la
posición A y denostaron la B y C, ahora están en el bando opuesto y defienden
la C? ¿Sorpresa? No, más bien una profunda decepción (y preocupación) sobre
cómo se exhibe el interés personal que vence al interés nacional. Los valores y convicciones en los que crea
uno deben ser manifestados y defendidos porque por ejemplo, si a un despacho de
arquitectos se le remite un proyecto en el que no se tenga claro qué se va a
hacer, ¿cómo podrán diseñar un inmueble con elementos de calidad y duradero si
cada uno va por su lado? Confianza cero a ese despacho. Una cosa es el declive
ideológico que sufren las fuerzas políticas mexicanas pero otra cosa es la
vergonzosa apostasía de los políticos.
¿La democracia llegó a México? Sí, podríamos
responder pero al mismo tiempo también tendríamos que decir que su rendimiento en
términos de calidad hasta nuestros días deja mucho que desear. Se necesitan actores
fiables si de verdad se quiere cimentar el cambio que necesita, pero otra
distinta es la que se ve, producto de la escasez en el suministro de buenos
candidatos superados por “el transfuguismo a la mexicana”.
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